De verdad, a veces es horrible querer hacer las cosas y no poder hacerlas. La situación mundial está cada vez más extraña, pero creo que ahora más que nunca es un gran momento para poder hacer algunas reflexiones sobre la vida y los ciclos por los que solemos pasar en ese raro acontecer llamado "normalidad".
Siempre he sido una persona bastante apática con respecto al acontecer público. Estoy alejado de todas esas cosas (bien) llamadas modas, la política fuera de tiempos de elección regularmente es muy aburrida. En general, detesto el ritmo de vida del capitalino, jamás entenderé como es que pueden vivir bajo un ritmo tan acelerado, simplemente soportando toda la mierda que un día común y corriente puede llegar a escupirles de frente.
Un día estás enfrentando una crisis existencial y al otro llega un virus desde la lejanas tierras de oriente esperando lo peor, que aunque probablemente nunca llegue, sabes de su existencia, puedes sentir como ronda por los alrededores. ¿Que pasó con aquella especie que creía poder hacerlo todo? ¿Donde están aquellos que se jactaban de ser la especie dominante?. Creo firmemente que la pandemia de COVID-19 es un gran llamado de atención y un reality check para demostrarnos que estamos aun muy lejos del punto en el que creíamos estar.
Un pequeño ser un millón de veces más pequeño que nosotros logró ponernos de rodillas. Y no solo eso, porque como dice el dicho: "La verdadera cara sale en las peores situaciones". El humano sigue y seguirá siendo un animal, no importa cuanto presuma de su "razonamiento". Y ante acontecimientos como el que estamos, amigos, somos aun un punto insignificante en este firmamento llamado vida.
Este ciclo de encierro, más allá de ser una medida totalmente necesaria y justificada, debería servirnos también para poder reflexionar: ¿Que hemos hecho hasta este momento? ¿En verdad somos felices con lo que hacemos? ¿Es esto mi verdadera vocación? ¿Que pasará sí... ? entre muchas otras han sido las preguntas que han rondado las cabezas de más de uno de ustedes, nuestro instinto animal tiene miedo. Tenemos miedo porque es la primera vez que nos enfrentamos a un evento mundial de tal magnitud.
"El virus que arrodilló a la humanidad". Es cierto, este será un punto de inflexión histórico, tanto para ti como individuo, como para el entorno que te rodea. Pero este no tiene porque ser el inicio del fin. Hay que aprovechar este momento para que al fin, podamos detenernos y poder admirar un poco esos pequeños placeres de la vida.
Disfruta de la compañía de los tuyos, aprovecha este parón para enterarte del flujo de sus vidas. Disfruta los momentos de calma y convivencia. Habla y escucha a todos aquellos a los que, por algún motivo ya sea laboral o educativo, nunca tuviste la oportunidad de otorgar tu tiempo. Este es quizá el mejor momento para que puedas realizar un cambio, cambia tu imagen, medita y reflexiona sobre todo lo que solías hacer. Date cuenta de todo lo que te has perdido por vivir siempre al límite de las emociones.
Tal vez te encontrabas pasando por una muy mala racha, aprovecha este tiempo para alzar la cara, hazte valer, date cuenta que estás en la mejor etapa de tu vida. Replantea tus objetivos, no olvides valorar cada pequeño detalle. Todas aquellas cosas que extrañas de la vieja "normalidad" lo haces porque nunca las valoraste lo suficiente.
Este mi amigo, es el mejor momento para emprender cada proyecto que dejaste en el tintero. Cada cuento no escrito, cada novela no leída, cada canción no practicada, cada curso sin concluir, cada tarea sin hacer. Aprovecha, reúne fuerza y levanta esa idea que siempre has querido llevar acabo.
La vida es muy corta, uno nunca sabe cuando un virus de oriente la puede acabar. Por eso recuerda siempre vivirla al máximo. Aprecia cada momento, cada vivencia por buena o mala que esta sea. Valora a cada persona con la que has tenido la fortuna de compartir algún momento por insignificante que este haya sido.
Vive y recuerda... Nunca sabes cuando podría ser tu último día.